José Ramón Palacios

Para los amantes más recalcitrantes de los videojuegos ochenteros, su nombre puede haber pasado desapercibido, pero no su trabajo en la legendaria desarrolladora Gamesoft, en la que fue responsable de clásicos para nuestros ordenadores de 8 bits como Turbo Girl, El Capitán Trueno o Comando Quatro, como responsable directo de la programación de este último. Ahora es informático para la comunidad de La Rioja y adalid del software libre.

José Ramón se introdujo en esta afición a principios de los años 10 de este siglo, sirviendo como saco de entrenamiento para un amigo ya experimentado. Para construir esta nueva inquietud y no dejarse un pastizal, echó mano de BoardGameGeek, el portal de referencia mundial, y de los recurridos «print & play». Su primer reto como diseñador fue inscribirse en el concurso de ese portal mundial para crear un juego con 18 cartas. Así nació Virusbomb, que fue editado por una pequeña editorial que no llegó a arrancar y él mismo tuvo que comprar las copias que quedaron.

Mientras esperaba la contestación de una editorial para otro de sus proyectos, él y su sangre riojana se pusieron a proyectar La Viña. Lo llevó al certamen de Córdoba en 2017; al ver que la gente no solo lo estaba probando, sino jugando, pensó «aquí hay juego». En el encuentro Protos y Tipos de 2018, llegó a nuestras manos el dosier y vimos un reto de reglas muy sencillas pero con una gran carga táctica y de oportunismo. En La Viña nos disputamos la herencia de un viñedo con hasta otros tres pretendientes. Para ganar deberemos recorrer el renque, el camino entre las vides, recogiendo uvas de diversos tipos y evitando que nuestros oponentes se hagan con las que les interesan. Si esto no fuera suficiente trabajo bajo el implacable sol mediterráneo, deberemos medir bien el espacio del que disponemos en nuestras espuertas para poder satisfacer los pedidos de las bodegas que esperan para producir el vino. Desde su publicación en 2019, La Viñaha recibido grandes elogios por parte de la comunidad internacional, aunque no todos han aprendido a pronunciar la ñ.

Desde sus inicios sigue empeñado en sacar un juego sobre el sitio de Logroño, aunque sea autoeditado. Admite farolear mal y creer que jamás será capaz de ganar una primera partida a nada.

«Ahora tengo otro "subvicio": crear juegos. Descubrí que en sí mismo es un juego... que puedes jugar solo, en tu cabeza, en cualquier momento.»